🍊 # 18 P. D. ¿A dónde me he ido?

Querida persona que me lee,
Querida -J.L-

A veces estamos en un “sin lugar”, divagando entre lo que debemos hacer y lo que queremos hacer, así fue julio, un mes lleno de ansiedad, angustia y “quietud” que me daba vértigo, los rituales mañaneros han sido un buen ejercicio para volver al ruedo, aunque no es tan sencillo como sólo pensarlo, caigo y vuelvo a caer en un aparente sin sentido, pero después me levanto (en sentido figurado y literal: 4:30 a.m), y si no lo logro, voy lento en el día pero al otro día vuelvo a intentarlo, así que julio tal vez fue de intentar, intentar e intentar; en ese vaivén descubrí (aunque en el fondo lo sabía) que esa frustración se debía a que estoy en medio del ciclo creativo en el que debería o quisiera estar escribiendo una nueva historia o retomar alguna de las tantas que tengo en el cajón (algunas de las que les hablé en el primer episodio de mi video diario: #NuestraPequeñaRevoluciónLiteraria), en cambio estoy en medio de la reorganización de los talleres de escritura y rodaje de WEME LAB (mi laboratorio de escritura y creatividad) y en el proceso de aprendizaje lento de distribución de mi novela. Son dos procesos de logística, que en teoría deberían hacerme feliz, salvo que mi yo dominante quiere crear y ahí viene el conflicto interno, que me hace sentir culpable y al mismo tiempo me generan ansiedad, aunque no me sudan las manos como a -A-, doy vueltas en círculo, vuelvo a la silla, y vuelvo a levantarme, doy 800 pasos en una máquina y vuelvo estar desconcentrada queriendo estar en “Otra Parte” junto a ese proyecto que me hace ojitos: Proyecto Flamingo (no puedo revelar más).

Para dejar de sentirme culpable, decidí darle un día entero al Flamingo, alimentarlo y soñarlo, en medio de la meditación y un baño (que concluye en un chorrito de agua fría), se me ocurrieron varias cositas que lo nutren, así que mi alma creativa está un poquito más tranquila, para poder equilibrar los días laborales con las horas creativas, tan necesarias. 


Sumado a esto, sentí la necesidad de dejar atrás julio, pues estaba esperando agosto como si se tratara de un año nuevo, ¿y por qué no?, un ritual completo, pero en vez de comer uvas antes de las 12 de la noche,

 

 

podría ser un ritual con naranjas, por el color que llama al día, al despertar, el sabor que me genera tranquilidad, pues verán mi actividad mañanera favorita (siendo una persona que ama la noche) es exprimir naranjas de manera manual y sacarle las pepitas una a una, es como una meditación, un diálogo de la mañana que entrena la paciencia y el estar presente, actos cotidianos que me hacen sonreír.

Para este ritual, escribí justo el 2 de agosto este pequeño texto que hoy comparto contigo:

¿A dónde me he ido? 

(al lugar donde todo es posible) 

Me he ido a la banquita de la página 75, en medio del bosque de los naranjos, corro como una niña chiquita, la brisa eleva mi melena y el rocío se cuela entre mis pestañas, justo en medio de esa luz ocre que adormece las hojas que suenan como arrullo, le susurro a un árbol— ¡Feliz año! —Hoy dos de agosto la rama y la hoja se abrazan, me tienden un columpio que me recuerda El Fin Del Mundo, ese lugar que Ema y yo hemos soñado por tantos años.

Vuelvo al ritual de la página 157, y sin dejar mi cuerpa de niña, me hago la dormida, cuento ovejitas que se vuelven abejas que revolotean… un zumbido resuena en mi oído: 

(((Emmmmmm)))

Me convierto en risa, de esa que viaja por la corriente de un río que ríe, las perras de la montañita me llevan en su regazo como si fueran dragonas, “esta es una historia sin fin…” —pensé y luego la gente pequeñísima que nunca se aleja, trae consigo otros pensamientos— volver a esa piel aventurera,

a la que le prometí tantas historias que siguen revoloteando en nuestros sueños al dormir y nuestra mirada al despertar. Me deslizo por su pelaje, me muerde el cachete suavecito, ellas insisten que el amor se trata de oler, morder y amar, le muerdo el hocico y salgo corriendo cuesta arriba en una colina donde puedo oler el jazmín inundando el paisaje. De pronto se escucha un galope que vibra bajo mis pies descalzos, al darme la vuelta me doy cuenta que es una marea de naranjas que se escaparon del bosque, no tengo miedo, son ellas a las que siempre visito en las páginas de mi libro, que huelen a monte y a memorias de la niñez, a mañana de nuevos comienzos. Mis pies me hacen saltar como si no pudiera controlarlos y reboto encima de una de las naranjas, la dermis porosa de la naranja se parece a la suavidad del durazno, la abrazo y volamos en medio de dientes de león gigante, sueño con pedir doce deseos, ahínco mis colmillos atravesando la naranja, quiero todo el néctar para mí, tropezamos y la cáscara de la naranja se abre en varios caminos, doy botes sobre ella, hasta quedar sentada, miro la infinidad de caminos que tengo delante y atrás,

¿Cuál vas a tomar Jota? 

¿Para dónde vamos Julianita? 

¿Qué hacemos ahora?

 

Me río y me acuesto en medio del camino, muevo los brazos y piernas como quien quiere volar al subsuelo, me hundo en el jugo naranja y nado a las profundidades, me topo con miles de páginas con letra de tinta corrida, al pasar por un camino de algas estalla una luz que me destiemplan los dientes y allí me veo a mi misma, en mi cuerpo actual, dormida en una cama tamaño King Kong, estoy tranquila, sonriente, al parecer sueño con mi yo niñita. Vuelo hacia mí y me susurro algo al oído: todo es posible

Feliz nuevo año querida persona que me lee. (J.L, espero saber de ti pronto)

Siempre con cariño,